Enseñanzas del SXX

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He hablado con gente de otros puntos geográficos. En Muchos sitios de España, sobre todo en grandes ciudades y la tradición del Mercado se está muriendo.

Pensaba que era un exceso de oferta en nuestra ciudad, pero se ve que no, que es la falta de tradición lo que lo está matando.

Nuestras abuelas iban al mercado con sus hijas. Les enseñaban la tradición del mercadeo, incluso en algunas ocasiones del regateo. El lenguaje propio de los pesos ‘Ponme una libra guapa’ o ‘media libra’.

Ohh ! que caro, ¿no me lo arregalrías un poco?. Hablabas con vecinas que sólo veías en el mercado. Cuando iba yo, que también me tocaba de pequeño, con mi abuela sobre todo. Venga niño, ¿quieres andar? Y yo con cara de amargado o ‘llévame esto’.

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Es casi como una tradición social. Con el lenguaje de hoy en día, sería una de las redes sociales más activas que existía. El chafardeo y cotorreo en el mercado. Ahora se utilizan otras herramientas.

Aún me acuerdo de cuando escuchaba en mi habitación hace unos pocos años en el piso de El Carmel. ¡Señora Lolaaaa! (y no es mentira, es verdad como la vida misma). La vecina de abajo llamaba a la de arriba mío y se entablaba ‘Radio Patio Interior’ a viva voz. Desde cosas vanales hasta como lo arreglarían todo. Vamos, lo más normal del mundo.

Yo le he vivido. Mi abuela murió, e.p.d., y ya no he vuelto al mercado. No he tenido esa tradición y esa enseñanza que se pasan de madres a hijas, preferentemente. El hombre a trabajar y la mujer en casa. Es la herencia recibida hasta entrar en el siglo XXI. Son herencias difíciles de romper.

Hoy nen día no verás apenas hombres en los mercados tradicionales, y mujeres, las que hay son casi todas de edad muy avanzada. No han seguido la tradición entre generaciones de la enseñanza del comprar.

Si compras melón has de mirar esto, sandía lo otro, pescado esto, carne lo otro. Antes no había la tan estricta cadena de conservación como hay ahora.

Siempre damos por descontado de que todo está bien y perfecto y que no nos van a engañar, no por el dinero, sino por la gran competencia que existe. Perder un cliente hoy en día es casi una hecatombe.

Sino preguntarlo a grandes cadenas de distribución no tradicionales como Amazon, Mercadona e incluso Glovo. Se prefiere perder dinero y hasta incluso un trabajador (la culpa siempre o casi siempre es de él) a perder un solo cliente.

Deprisa y en casa. Inmediatez y todo por app o web. Nada de ir al local o la comanda por teléfono (como hacía también mi abuela la comanda al colmado). No. Todo por internet.

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No hay tradición de ir al mercado. La gente que ves comprando en ellos, si te fijas se conocen todos. Ahora que quería hacer ese reportaje y que no haré, me he fijado en esas cosas. El cliente o mejor dicho, la cliente, conoce al tendero, a la señora de al lado y espera encontrar la vecina de enfrente por que quiere hablar con ella.

No es la inmediatez, no es el que te lo traigan a casa. Es ir a pasar una o dos horas a hablar con personas y disfrutar el tiempo de la compra.  Un tiempo que la mayoría de nosotros, como no estemos parados y entonces no hay dinero, o no tenemos o preferimos invertirlo en otros menesteres y que nos traigan la comida a casa. El llamado ‘delivery’.

No es la compra. Lo que van a buscar es la calidez humana y la compañía con el pretexto de comprar. Que sí, que la finalidad es la compra, pero si analizas un poco no ves niños con sus madres, ni adolescentes, ni hombres ni mujeres de 20-30 años. No. De 50 para arriba y todo mujeres (o casi).

Muchas de ellas, quizás lo que más les atrae del mercado, debido a la gran soledad que padecen, es el contacto humano. Personas muy solas y viudas generalmente. Y encima ahora hemos estado prohibiendo durante casi un año y medio por la pandemia, esta tan necesaria compañía humana, el contacto, la conversación.

Sí hay excepciones, hay hombres, sí. Pero no más lejos de un metro del bar en el que están. Sí que hay niños, sí, 4 o cinco juntos todos entorno a una figura oscura, tapada y con burka que produce hasta miedo, con velos o distintas formas de tapar la cara, buscando el mejor producto y más barato, al menos ahora, en vacaciones escolares.

Sí que hay de todo, pero a excepciones. ¿Qué nos conducirá todo esto? Y no estoy hablando de discriminación de ningún tipo. Ni machismo. Sino de realidad. ‘Quien tenga ojos que vea’. Y si no eres invidente (que no ciego).

A que acabarán desapareciendo. Están anclados en elsiglo XX, que fue el boom de los mercados municipales en España, pero no saben avanzar. Todo son normas, todo son prohibiciones que les lastran. Han de cambiar de mentalidad de forma de hacer.

Han de inventar sistemas de que un adolescente entre al mercado para comprar un refresco, que se pueda hacer de frutas, bocadillos al gusto, máquinas, música. Se ha de hacer atractivo. Si la juventud va, van sus padres y si los padres van, el primer día quizás no, pero el segundo… Uy! que preciosidad de manzanas, o si te compro este pescado, explícame, como lo hago.

 

Así se ven muchas paradas de muchos mercados.

Los tenderos suelen ser magníficos profesionales, que muchas veces vienen de generaciones de pescaderos, carniceros o fruteros. Pero son malos, muy malos en marketing. No me vengas a espiar o hacerme fotos por que ¿para qué las quieres?

¿Y las nuevas generaciones? ¿Cuando veremos tenderos de 20 años atendiendo a clientes de su misma edad o cercana?. Yo pregunto. ¿habéis visto esto es un solo mercado de España? Por favor, escribidme y decime cuál. Por que yo no.

Tendrían que estar orgullosos de sus productos, de lo que venden y no es así, todo recelos, todo desconfianza, incluso amargura. La cara bien alta y orgullosos/as de lo que hacéis y vendéis… así no van a dejar las paradas a sus hijos. Primero por que los hijos de hoy en día no quieren estos trabajos, y después por que se les está acabando el tiempo. Se está muriendo el negocio.

Los mercados se están vaciando de gente. Ello implica que hay más competencia y las paradas dejan de vender. Al no vender, no pueden pagar los puestos y los trabajadores. Y al final cierran. O intentan traspasar la parada.

¿Quién la va a coger? la de allí cerrada,la de allá también. Esta también.

¿Quién dice que no se han de reinventar como un minicentro comercial? En el mercado de Sant Antoni, la mitad de las paradas venden ropa. Y por que no, zapatos, servicios de abogados o gestoría, quiosco o cualquier otra cosa que la imaginación te produzca.

Pero eso sí, tienen un magnífico servicio de seguridad privado para echarte y te cobran 50 céntimos para ir al servicio. Pleno siglo XXI.

Reinventarse o morir. hay quien lo intenta. Pincha aquí.

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