Templarios en Barcelona
Puertas Extrañas II
Barcelona tiene una relación única con Jaume I El Conqueridor. Uno de los reyes más míticos que quizás ha dado nuestra historia. Una de estas anécdotas es el murciélago que coronaba el escudo de la ciudad durante más de 700 años y la relación con los templarios.
Quizás el capitán más famoso de los Templarios catalanes fue Roger de Flor, liderando los guerreros almogávares catalanes imbatidos, sólo vencidos por una traición. Cuenta la leyenda que trajo a Barcelona desde Tierra Santa el Santo Grial…
Así que fue coetáneo de Jaume I y fueron muy importantes en la Barcelona feudal de los siglos XII, XIII i XIV, hasta su persecución y aniquilación.
Los únicos elementos que se conservan aún en la ciudad son la Capilla del Convento de los Caballeros Templarios, actual Iglesia de Nuestra Señora de Vitoria, en la Calle Ataülf 4, a pocos metros de la calle Templers (Templarios) y una puerta.
Es una puerta que no lleva a ningún sitio y que no abre y que detrás hay una pared. Te has de fijar y conocerla, sino no te darás cuenta ni de que existe. Está al final del callejón y para entrar en él hay una verja de entrada, que normalmente está cerrada.
La verja está para evitar vandalismo, ya que han hecho pintadas y ataques sin sentido a la puerta.
Y ¿cómo es que existe esta puerta?
Jaume I fue educado en el Castillo de Monzón, tras hacerlo prisionero durante 3 años, Al morir su padre en la batalla de Muret (1213) ante las tropas cruzadas de Felipe II el Papa Inocencio III, restituyó al joven Jaume I su corona y le liberó de su esclavitud de Simón de Montfort y para protegerlo lo entregó a la Orden del Temple bajo la tutela directa del Papa.
Su reinado empezó en 1213 y murió en 1276, 63 años de corona, algo muy poco habitual en la époco. Y más teniendo en cuenta todas las batallas que libró.
Jaime I, ordenó construir esta puerta, llamada de los Templarios, para que los caballeros de la Orden pudieran y entrar a su necesidad. Recordad que las puertas de la muralla de la ciudad, normlmente tenían un horario establecido y por la noche permanecían cerradas. Así los caballeros Templarios podían entrar y salir sin necesidad de horarios del Palacio del Temple, que estaba a tocar.
Fue una prerrogativa real de Jaume I El Conqueridor, en agradecimiento a la Orden.
Hemos hablado del pasaje Timó, de la calle Ataülf y queda hablar de la calle Templers (Templarios en catalán).
Víctor Balaguer en su obra de las calles de Barcelona decía:
‘Cuando los templarios moraban en el Palau o Palacio menor que estaba contiguo, parte de sus habitaciones correspondía a esta calle. De la cual dimanó su nombre. Todavía se ven algunas de aquellas casas que no han sido reedificadas, muy fáciles de conocer, no solo por su aspecto exterior, bastante distinto del de las modernas, sino también por que encima del arco de sus puertas se lee entallado en la piedra el nombre de algún santo.
El contiguo palacio conocido por el Palau de la Comptesa que hoy no existe, había pertenecido en un principio a la Orden del Temple.
Raimundo Bernardo de Massanet cedió en 1133, el terreno a la citada orden, con el objeto de que se fabricaran edificios y un palacio. De los Templarios pasó el edificio a los caballeros de San Juan. De éstos al cabildo de Vich y de éste al rey.
En el siglo XV el rey D. Martín se lo dio a su esposa Doña Margarita de Prades y de esto provino el llamarse Palacio de la condesa.’
De la calle Timó la entrada es muy curiosa, se llama Calle del Tomillo.
Está en la de Ataulfo y no tiene salida. Fue así bautizada sin duda por alguien que sería aficionado a plantas y a flores, como lo sería a animales el que bautizó las calles del Tigre, del León, etc.
La verdad no entiendo la traducción, ni cómo de Farigola (tomillo en catalán) pasa a Timó (timón en castellano). Seguramente será un barbarismo de timó a tomillo…
Templarios en Barcelona